"La ciencia argentina en crisis: Recortes y éxodo de talento científico"

"La ciencia argentina en crisis: Recortes y éxodo de talento científico"

La ciencia argentina enfrenta una de las peores crisis de su historia reciente, marcada por recortes presupuestarios, salarios en caída libre y un éxodo de investigadores. A poco más de un año de asumir la presidencia, Javier Milei ha implementado su llamado “plan motosierra”, una estrategia de ajuste al sector público que ha golpeado especialmente al sistema científico. Con subsidios reducidos al mínimo y despidos generalizados, el futuro de la investigación en el país se encuentra en grave peligro.

Investigadores y becarios han comenzado a buscar oportunidades en el extranjero o a trasladarse al sector privado local, lo que muchos consideran una nueva reedición de la “fuga de cerebros”. Pese a las alarmas encendidas por la comunidad científica, las autoridades han negado el éxodo y atribuyen la situación a políticas fallidas de gobiernos anteriores.

 

Historias de quienes se van

Vanesa Puente, bióloga de 38 años especializada en el desarrollo de terapias para combatir el mal de Chagas, es uno de los rostros de esta crisis. Tras más de una década de trabajo en el Instituto César Milstein, dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), ha decidido mudarse a la República Checa en 2025. Allí continuará sus investigaciones en el Centro de Biología de la Academia Nacional de Ciencias, donde ya realizó una pasantía en 2024.

“Quedarme sería un suicidio para mi carrera”, asegura Puente. Según explica, sin el apoyo inicial del Estado resulta imposible avanzar en terapias contra el Chagas, una enfermedad que afecta a comunidades empobrecidas y que no representa un negocio rentable para el sector privado. “Estamos preparados para hacer ciencia guerrera”, dice con orgullo, aunque con resignación. “Nos apagan la luz y seguimos produciendo, pero esto tiene un límite”.

En su caso, ni siquiera pudo recibir los fondos correspondientes a un proyecto de investigación que ganó en 2023. “Nos dijeron que no pagarían y que no abrirían nuevas convocatorias. Mantener el laboratorio ha dependido de nuestros propios salarios, algo impensable en otros países. Es un desgaste enorme, tanto económico como mental”, lamenta.

Por su parte, Alejandro Díaz-Caro, matemático de 43 años especializado en computación cuántica, dejó el país hace dos meses rumbo a Nancy, Francia, donde se unió al Instituto Nacional de Investigaciones. Este es su segundo éxodo: en 2014 ya había estudiado en ese país gracias a una beca de doctorado, pero decidió volver para sumarse al programa Raíces, que en su momento buscaba repatriar talentos. Ahora, su percepción es diametralmente opuesta. “Nos tratan como si no sirviéramos para nada. Es desolador”, asegura.

 

La ciencia en números

Según el Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIICTI), dirigido por el exministro Daniel Filmus, los recortes aplicados en el primer año de gobierno de Milei son contundentes. El presupuesto destinado a ciencia se desplomó un 30,5%, mientras que los salarios de investigadores cayeron hasta un 30% en términos reales. En las universidades nacionales, las remuneraciones se redujeron un 22%. Además, los subsidios para proyectos estratégicos se recortaron en un 61,2%, y 2.696 empleos del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología se perdieron en apenas un año.

El impacto se ha sentido especialmente en el Conicet, el mayor centro de investigación del país, donde la cantidad de investigadores pasó de 12.176 en 2023 a 11.868 en 2024. Este ajuste ha paralizado la compra de equipos y ha reducido las posibilidades de desarrollo de nuevas líneas de investigación.

Jorge Aliaga, físico e integrante del Consejo Directivo del Conicet, advierte que estos recortes afectan todas las áreas científicas. Aunque el presidente Milei ha manifestado interés en convertir a Argentina en un polo de inteligencia artificial, los recursos destinados a este y otros sectores estratégicos como la energía nuclear también han sido recortados. “Se necesitarán décadas para recuperar lo perdido”, sentencia Aliaga.

 

Una crisis con raíces históricas

La fuga de cerebros no es un fenómeno nuevo en Argentina. Desde la Noche de los Bastones Largos en 1966, cuando el gobierno militar de Onganía intervino las universidades, hasta los ajustes aplicados durante la última dictadura y el gobierno de Carlos Menem, la ciencia ha sido recurrentemente víctima de políticas de desfinanciamiento y represión.

Sin embargo, la magnitud de la crisis actual ha generado una sensación de déjà vu en la comunidad científica. “Es como si el gobierno nos dijera ‘váyanse, no los queremos más’”, resume Díaz-Caro desde su nueva oficina en Francia.

Puente, por su parte, recuerda con nostalgia sus primeros años de formación en la Universidad de Buenos Aires (UBA), cuando el país parecía apostar por la ciencia. “Parecía que estábamos en un sueño y de repente nos despertamos”, dice. Ahora, su trabajo en el extranjero será otro ejemplo de cómo Argentina sigue perdiendo a sus mejores talentos.

 

El silencio oficial

Desde la Subsecretaría de Ciencia, el organismo encargado tras la degradación del Ministerio a rango menor, han negado el éxodo y argumentan que las políticas actuales buscan corregir los errores de gestiones pasadas. Según sus declaraciones, se detectaron “ampliaciones excesivas” de investigaciones que no generaban valor productivo y se busca focalizar los recursos en proyectos más estratégicos. Sin embargo, no han brindado detalles sobre qué áreas recibirán apoyo ni con qué fondos.

Mientras tanto, la comunidad científica sigue alzando la voz frente a un escenario que consideran insostenible. “Sin inversión en ciencia no hay futuro”, advierten.

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